Las corachas de Montejo de la Sierra


 

Al margen de modas y cambios de costumbres el calzado ha tenido siempre como fin proteger el pie de la mejor manera. Durante siglos, la coracha fue el calzado empleado en las zonas rurales más aisladas hasta que el caucho de las ruedas de automóviles –empleado en la fabricación de abarcas- sustituyó la piel de vaca, ternera e incluso de burro como materia prima.

El uso de la coracha se prolongó durante siglos por su sencilla fabricación artesanal: cualquier labriego, con una navaja y un molde podía recortar la tórdiga (retal de piel). Lo mismo que las zarrias, las tiras de cuero que hacían de presillas y las calzaderas que ajustaban la pieza al pie protegido con telas de diverso origen (mantas, camisolas viejas, etc.).

En caso de que hubiera una rotura o desgaste, el labriego empleaba las sostras, unos remiendos o parches que devolvían el esplendor perdido a la pieza. El dicho de Montejo lo deja claro: “Las corachas duran un año, tres con pelo, tres sin él, tres con sostras y tres rotas”. En el Museo Etnológico de El Caserón pueden contemplarse en una de las vitrinas de la primera planta un par de corachas de principios del SXX.

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